lunes, 18 de mayo de 2009

Utilitarismo miope

Gregorio Weinberg fue un historiador argentino dedicado a la historia cultural y sobre todo a la historia general de América Latina. Escribió varios artículos sobre el papel de la educación y la ciencia.

En uno de sus textos publicado como parte de la compilación Historia social de las ciencias en América Latina, el autor investigó el papel que ocupó la ciencia como motor del progreso para las naciones de Latinoamérica.

Weinberg concluyó que el progreso en la región tuvo una forma rara: los excedentes que generó no fueron invertidos con modernos criterios económicos ni productivos, sino que se derrocharon. El proceso se tradujo en consumo caro que generó crecientes desigualdades sociales, y en inversiones que ocasionaron una nueva redistribución espacial de la producción y el empleo (por ejemplo con los ferrocarriles). Con el tiempo, fueron incorporados nuevos valores y pautas a la vida, sin advertir que, en el fondo, los países seguían siendo tradicionales.

Según el autor, la ciencia y técnica se aplicaron para mantener todo como estaba y el progreso fue uno entre otros tantos discursos políticos. Agricultores y ganaderos se beneficiaron pero no alentaron ni gastaron en investigaciones ni estudios. Simplemente no parecían estar interesados en el tema, aunque en otros terrenos presumieron de modernos.

Ciencia y progreso

Durante el periodo de las guerras de independencia surgió la necesidad de una nueva concepción de la ciencia y el progreso. La filosofía del orden fue la indicada para llevar al camino del desarrollo. En este esquema, el positivismo tuvo una influencia decisiva que se objetivó en algunos casos concretos (los técnicos denominados “científicos” en México por ejemplo).

Lo que el autor resalta es que existió un uso ideológico del saber científico para posponer las demandas sociales. Un ejemplo paradigmático es la dictadura de Porfirio Díaz, donde la aplicación de conocimiento técnico provocó la depresión de las condiciones de vida de las masas campesinas y trabajadoras, ademas de la concentración de propiedades.



En la mayoría de los países Latinoamericanos se adoptó la aplicación de la ciencia antes que la propia ciencia. El positivismo neutralizó el desarrollo del conocimiento propio. Según el autor, “se cayó en un utilitarismo miope”.

La revolución industrial coincidió con la decadencia y la fluctuación del papel de las universidades en la región. La ciencia no terminó nunca de articularse con la estructura productiva.

La aplicación de lo científico no siempre implicó desarrollo, en algunos casos sirvió para consolidar un régimen retrogrado, modernizándolo. El progreso no necesitó nada más que el beneficio de determinados sectores. No necesitó igualdad ni libertad, tampoco democracia ni educación. Tan sólo fue un conjunto de sistemas prácticos que generaron beneficio privado.

Navarro Adrián

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