Economistas del país recomiendan que se apliquen e imiten sus políticas liberales, pero la mejora económica de Brasil se toma siempre desde un punto de vista cuantitativo. La verdad es que no significa mucho para la masa de su población.
Un país como Sudáfrica, que sufrió los efectos de una política de apartheid impulsada por un gobierno blanco, se ubica en primer puesto como la nación más desigual del mundo. En segundo lugar, se halla el vecino del milagro económico. ¿Qué tienen en común estos dos países?, la respuesta es simple: sus estrategias liberales. La diferencia está en la forma en la que se aplicaron estas políticas: en el caso de la nación africana de manera forzosa, y en el de la americana, por decisión propia.
Sudáfrica logró un gobierno “para todos lo que vivan ahí”, a partir del ascenso al poder del ANC (Congreso Nacional Africano), que destituyó a la minoría blanca opresora. Pero durante la transición el partido realizó malas negociaciones en materia económica (como permitir que el banco central sea una entidad privada), por lo que al final quedo “atado de manos” para ejecutar reformas radicales. En la actualidad, la situación sólo parece haber empeorado.
Brasil profesa el liberalismo, pero también por medio de el mismo se ata en cierta forma las manos, al igual que Sudáfrica. Existen zonas donde la esclavitud todavía se encuentra vigente y la pobreza y miseria abundan. Las favelas demuestran un cuadro social muy polarizado, donde los ricos y los pobres viven codo a codo. El milagro brasilero resulta paradójico porque demuestra que habiendo crecido tanto nada se pudo hacer por los que más necesitan. O quizás, no se pueda hacer más que eso.
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Brasil y Sudáfrica indican como el prestigioso modelo liberal enriquece a una minoría que vive “un milagro”, pero también, y sobre todo, excluye a una mayoría que vive un infierno.
Navarro Adrian
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